¿Tengo hambre o tengo ansiedad?

Psiconutrición: cómo aprender a distinguir entre el hambre físico y el emocional.

 

El estado de ánimo influye en la forma de alimentarnos y, como prueba de ello, la comida se convierte en el refugio más fácil y accesible. Alimentos con un elevado contenido en grasas, azúcar y sal suponen el mejor consuelo. Por ello, la nutrición emocional busca, a través de habilidades psicológicas, aprender a distinguir entre el hambre físico y el que está marcado por la ansiedad o la apatía.

La acción de comer genera normalmente una sensación de bienestar, pero hay muchas ocasiones en las que comemos movidos por nuestras emociones, y no nuestras necesidades fisiológicas. El simple hecho de estar de buen humor o por el contrario, sentirnos mal por algo que nos ha ocurrido, va a determinar en la mayoría de las veces qué alimentos ingerimos. Cuando nuestro estado de ánimo es ansioso o negativo, existe cierta tendencia a buscar alivio o refugio en la comida. 

Seguramente a todxs nos ha pasado algo parecido: es viernes por la noche, estoy cansada de la semana dura de trabajo y además no tengo ningún plan porque mis amigos están fuera u ocupados con sus parejas, asi que decido quedarme en casa, ver una serie, pedir una pizza acompañada de un montón de chucherías, refrescos o alcohol, aún sabiendo que mañana me voy a levantar con dolor de tripa por comer tanta golosina, me da igual. ¿Os suena? 

Nuestra forma de comer se ve condicionada por el cerebro emocional. Muchas veces comemos para «anestesiarnos» en vez de alimentarnos. Desde que somos pequeñitos algo muy habitual es ser premiados o castigados con la comida, y el cerebro asimila esta información, la integra en la vida cotidiana especialmente cuando surgen dificultades.Cuando no sabemos cómo resolver nuestros problemas, pretendemos que la comida lo haga por nosotros.

 

Hambre emocional: la importancia de regular las emociones

Es importante que conozcamos que hay muchos alimentos que guardan una estrecha y directa relación con las emociones. Los alimentos con un gran aporte calórico, alto contenido en grasas y azúcares, son aquellos que suelen apetecernos más en momentos de euforia como en momentos más deprimidos. 

¿Pero por qué nos apetecen más estos alimentos y no otros? Porque en nuestro cerebro se activan los sistemas de recompensa, regulados por neurotransmisores que rápidamente activan una sensación placentera ante estos estímulos (chuches, chocolate, patatas fritas…). Cuando repetimos esta conducta con frecuencia, en algunas personas ocurren cambios bioquímicos permanentes que alteran y llegan a modificar la conducta alimentaria. 

Esta realidad cobra todavía más importancia cuando hay sobrepeso y la persona desea ponerse a dieta. El sobrepeso nos indica que hay «cosas no resueltas», pone de manifiesto que hay algo que sobra en nuestro cuerpo, de lo que debemos desprendernos. Por eso es importante detectar el hambre emocional, y darnos cuenta que estamos llenando con comida ciertas carencias emocionales o  conflictos afectivos.

La psiconutrición, disciplina que llevamos a cabo psicólogos y nutricionistas, consiste en equipar a la persona que está llevando a cabo un cambio en su hábito alimenticio, como una dieta de adelgazamiento, de herramientas psicológicas para no caer en la ingesta emocional y responder sólo a la fisiológica sin sufrimiento, ansiedad, y con calma.

 

Cuidado con la dieta y la restricción

Personalmente, el concepto «dieta» no me agrada. Se ha demostrado que lo más eficaz para producir un cambio saludable en la alimentación de una persona, es promover cambios en sus hábitos conductuales respecto a la comida y al ejercicio físico, respaldado todo ello con un apoyo emocional. Una dieta es algo limitado en tiempo y objetivos, pero un cambio de hábitos implica una modificación permanente en la conducta. 

Restringir alimentos, algo muy común en personas que realizan dietas de adelgazamiento, incrementa sensaciones de ansiedad y angustia, desembocando en un consumo de los mismos. Esto pasa con el azúcar, que influye en los estados depresivos formando un circulo vicioso. En las dietas restrictivas de azúcar e hidratos de carbono, generalmente se acaban produciendo «atracones» o se realizan los ahora llamados «cheat meal» (día de la semana que la persona a dieta come lo que le da la gana, especialmente grasas y azúcares). El peligro de estos atracones de azúcar es la descompensación hormonal que nos provoca, acentuando las emociones de culpa y tristeza. Este comportamiento repetido y sin control, es uno de los síntomas del trastornos alimenticio de la bulimia.

 

Todos los trastornos emocionales o psicológicos: ansiedad, estrés, miedo, depresión…repercuten en nuestra conducta alimentaria.

La comida puede convertirse en un alivio temporal a un problema, o una herida emocional mucho más profunda, pero mientras no sanemos esas heridas o resolvamos esos problemas por nosotrxs mismxs, seguirán ahí, la comida sólo los esconderá.

 

Por eso, es muy beneficioso contar con expertos en PSICONUTRICIÓN, profesionales de la psicología que podemos ayudarte a gestionar tus emociones y además, como nutricionistas que somos, contamos con un amplio conocimiento en comida y alimentación. Resolverás tus conflictos y dificultades y desarrollarás una conducta alimentaria saludable que te cambiará la vida. 

 

 

Laura Moreno Jiménez-Bravo

 

 

 

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