La principal barrera a la que nos enfrentamos a la hora de vivir nuestra sexualidad, sin duda, es nuestra mente.
Nuestra mente está llena de creencias, pensamientos, expectativas, ideas y prejuicios, que si no somos capaces de cuestionarnos y revisarnos, acabamos siendo víctimas de todos ellos, y viviendo «en piloto automático», casi por inercia.
Sobre el sexo y la sexualidad, especialmente, es donde percibo que las creencias y los prejuicios pueden ser más rígidos de lo normal.
Generalmente, lo primero que empezamos a saber sobre sexualidad lo aprendemos en nuestro entorno social (pornografía, amistades, historias…) y poco a poco, vamos sumando nuestras propias experiencias.
Suele ser ya en la edad adulta (bastante adulta), cuando nos empezamos a replantear si todo esto que nos han contado y las experiencias que hemos tenido, ¿realmente nos gusta? ¿Quiero yo vivir el sexo así? ¿Este tipo de relaciones son para mí? ¿Es que siempre tenemos que reproducir este guión?
Entonces ahí, es cuando sucede la magia y empezamos a despertar: cuando nos alejamos de las creencias limitantes que nos llevan a vivir una sexualidad aburrida y poco disfrutona.
He elegido las 6 creencias más presentes en nuestra sociedad y las que considero que son más urgentes desmentir. Hay muchas más, pero vamos a empezar por el principio.
1. El orgasmo es la meta
No. El sexo no es una maratón donde haya una meta a la que llegar. La meta del sexo tiene que ser disfrutar y sentir placer, y el orgasmo, no es el único momento donde lo sentimos. Empezar un encuentro sexual con una meta que conseguir, nos aleja del presente y convierte el sexo en un instrumento para alcanzar algo. Y el sexo, nunca puede ser el medio para ningún fin, el sexo ya es el fin en sí mismo.
El orgasmo es el punto más alto de excitación. Durante la excitación sexual se activan numerosas áreas y estructuras cerebrales y cuando se alcanza el clímax de excitación, el cerebro descarga y libera diferentes hormonas y neurotransmisores que generan placer: domapina, oxitocina y opiáceos endógenos, entre otros.
El orgasmo es la consecuencia del placer, no el destino al que llegar para sentirlo.
Creer que en todas las relaciones sexuales que iniciamos (solas o acompañadas), tenga que haber orgasmo sí o sí, nos hace vivir el sexo con exigencia, presión y anticipación. Y ya os digo yo que desde ese lugar, acabamos consiguiendo justo el efecto contrario.
«Si vivimos preocupadas por la meta, no disfrutamos del camino»
2. La penetración a veces duele
Vivimos en un modelo sexual machista y coitocentrista, por definición. El coito es «el rey del mambo» en el sexo heterosexual, principalmente. Poner en el centro del sexo esta técnica, nos lleva a las mujeres aceptar en parte con resignación, que la penetración va a estar presente en todas las relaciones con los hombres.
Digo con resignación porque aunque esta técnica también satisfaga a las mujeres, básicamente con la penetración quién más placer siente es el hombre, y es bastante más habitual de lo que parece, pero muchas mujeres manifiestan dolores, molestias o escozor cuando tienen penetración.
Pero hemos normalizado tanto que en el sexo debe haber penetración sí o sí, que las mujeres sufren en silencio la dispareunia (dolor con la penetración) por vergüenza, por culpa, por sentirse inferiores o por miedo a que sus parejas les dejen.
«Un modelo sexual que normaliza y esconde el dolor de la mujer, es un modelo que debemos de cambiar»
3. Tener sexo implica usar los genitales
Nuestro cuerpo es sabio y es cierto que nuestros genitales son las partes del cuerpo con mayor actividad nerviosa y por eso son las zonas donde sentimos más gustirrinin cuando nos estimulan. Pero esto tiene una explicación biológica obvia, y es que aunque nuestra especie ha evolucionado mucho y hemos desligado el sexo de la reproducción, como animales que somos, la sexualiudad es una respuesta natural humana que en nuestros antepasados siempre ha estado relacionada con ello, con reproducirnos, y la única forma de que eso pasase, era sí o sí teniendo sexo con genitales.
Pero por suerte nos hemos liberado de religiones y creencias arcaicas sobre esto, y ahora somos conscientes de que la sexualidad es mucho más y se puede vivir y sentir con todo el cuerpo, no solo con la vulva y el pene.
Tenemos un cuerpo erógeno en sí mismo preparado para darnos placer, pero estamos tan centrados en estimular siempre las mismas zonas, que nos perdemos un montón de sensaciones y experiencias super placenteras.
«Tu cuerpo entero está destinado para hacerte disfrutar, los genitales no son tan importantes»
4. Una «relación completa» tiene siempre un coito
En la creencia número 2 he mencionado la palabra coitocentrismo y el daño que hace este sistema a la hora de normalizar que la penetración siempre es imprescindible (aunque a la mujer la duela). Bien, pues esta creencia que desmiento ahora se basa en el coitocentrismo de nuevo.
Seguro que has oído hablar o tú misma has dicho eso de: ¿Pero ha habido relaciones completas? (entendiendo que una relación completa es la que acaba con un coito).
Yo me pregunto, entonces cuando tu te masturbas ¿No es una relación sexual completa contigo misma?, ¿Cuándo tu pareja y tú tenéis sexo oral, no es una relación completa? ¿Cuándo dos personas se dan una ducha y un masaje erótico, también es una relación incompleta?
Estamos tan sumergidas en este modelo donde ponemos al coito en un altar, que parece que cuando no lo practicamos, nos falta algo…o es una relación como más insatisfactoria. Y creer eso, es un error.
El coito en verdad es una técnica reproductiva, a diferencia de cualquier otra actividad sexual, el coito en sí mismo solo sirve para buscar una posible fecundación. Aunque también dé placer, claro.
«Para tener una sexualidad más disfrutona necesitamos desbancar al coito de su posición privilegiada»
5. Los preliminares no existen
Y te voy a explicar por qué.
Un preliminar es algo que sirve de introducción a otra cosa, algo que hacemos para prepararnos para algo más importante.
En este caso, la penetración.
Todo lo que llamamos preliminar, hace referencia a practicas que se aceptan como secundarias, porque claro, lo más importante siempre acaba siendo el coito.
Pero lo que llamamos preliminares, es sexo y son formas de expresar nuestra sexualidad.
Las caricias, los besos, la masturbación, el sexo oral…no son etiquetados como «sexo», porque nos han contado siempre, que el sexo es «meterla». Todavía arrastramos la idea de que si no hay penetración, hay relaciones incompletas (creencia 4) juegos, tonteo…pero no sexo.
Solo hay que ver una película o una serie…las escenas eróticas siempre acaban representando lo mismo, (por no hablar del porno).
Pero nada de «juegos previos». Dejemos de distinguir entre preliminares y sexo, dejemos de ver estas prácticas como algo para «calentar motores» antes de pasar a la acción.
«Nos perdemos mucho placer, por centrarnos en el coito y considerar lo demás como un accesorio»
6. Llegar a la vez
Otra pensamiento que a veces nos hace sufrir mucho cuando estamos en pareja. «Llegar a la vez» hace referencia a tener los orgasmos simultáneamente tu pareja y tú. Como si eso fuese algo que cada uno pudiera elegir racionalmente, ¿verdad?
Se ha romantizado tanto el orgasmo que nos han hecho creer que esto de correrse juntos, como solemos ver en el cine, es una señal de amor y conexión entre la pareja. Y ya te digo yo, que esto es una chorrada muy peliculera.
Cada persona es responsable de su orgasmo, tanto si estás sola o en pareja. El orgasmo es tuyo, tú tienes que aprender a sentirlos y tú debes de saber de qué forma es más fácil o placentera que lo sientas. Y si estás en pareja, él es responsable de su orgasmo y de sentirlo cuando quiera o pueda. Sin buscar esa coordinación mágica para que pase en el mismo momento.
Oye, que si tenéis orgasmos a la vez, pues maravilloso. Pero si no, que es lo normal, no pasa nada.
«Somos responsables de nuestros orgasmos, no de los de nuestra pareja»
Aunque parezcan inofensivas, estas creencias las tenemos tan integradas que nos acaban haciendo mucho daño a la hora de disfrutar nuestra sexualidad. Nos limitan, nos condicionan y nos llevan a mantener unas relaciones sexuales bastante aburridas y pobres.
Por eso te animo a que te cuestiones libremente tu sexualidad y te preguntes si la forma en la que la vives te resulta placentera. Si no es así, se puede trabajar y yo te puedo guiar en ello.
Un abrazote,
Laura