Feminismo Terapéutico

La importancia de la perspectiva de género en la psicología

 

Es incuestionable que vivimos en un momento social donde el feminismo tiene una gran relevancia. Esta nueva ola feminista nos está dando a las mujeres mucho aliento, mucha ilusión y muchas ganas para construir otra forma de vida.

Los profesionales de la salud no podemos mantenernos al margen de los cambios que acontecen, al revés, tenemos que implicarnos y preocuparnos por conocer cómo nuestro entorno y los cambios que se dan en éste, afectan directamente a las personas a las que atendemos. Y el feminismo está generando unos cambios profundos no sólo a nivel social y político, sino también a nivel psicológico.

Como profesional de la salud mental y emocional soy consciente de lo imprescindible que es aplicar una perspectiva de género en nuestro trabajo.

Primero vamos a definir qué es el género y la importancia que tiene en nuestro desarrollo biopsicosocial.

Entendemos que el género hace referencia al conjunto de funciones, comportamientos, actividades y atributos que cada sociedad considera apropiados para las mujeres y los hombres. Es decir, es un constructo social que tiene como fin básicamente diferenciar.

Desde que nacemos nos etiquetan en función de nuestro género, como por ejemplo, nuestro nombre, la ropa, a las niñas se nos pone pendientes, el uso de juguetes distintos, etc.

Vivimos rodeados de roles y estereotipos de género que acaban creando grandes desigualdades en todos los aspectos de nuestra vida, afectando a nuestras relaciones personales, a nuestra vida profesional y sobre todo a nuestra salud, tanto física como emocional.

 

¿Por qué es tan importante integrar la perspectiva de género?

Porque tenemos que reconocer que la posición de hombres y mujeres en la sociedad es desigual, y esta desigualdad es responsable del importante malestar psicosocial de las mujeres (malestares de género). Aprender a mirar con las «gafas violetas», supone aprender a mirar y comprender que los problemas individuales son a menudo resultado de la posición social de las mujeres como colectivo. Esta mirada sobre las causas del malestar individual tiene sin duda consecuencias en la forma de entender, analizar e intervenir en nuestro trabajo como psicoterapeutas.  Es imprescindible entender que los “problemas” o “malestares” que sufren las mujeres no pueden explicarse ni transformarse sin referirse a su posición injustamente subordinada en la sociedad.

Debemos abandonar la psicología tradicional androcéntrica y la psicología científica neutra para poder abordar temas tan relevantes como la formación de estereotipos, actitudes y roles sexuales, la ética del cuidado y la necesaria justicia social en el reparto equilibrado de tiempos dedicados a la producción/reproducción y por supuesto en la intervención con mujeres víctimas de violencia de género y la intervención con hombres que ejercen violencia machista.

Con mi experiencia trabajando en consulta he sido consciente de los patrones que tienden a repetirse en casi todas las mujeres. Frecuentemente cuando una mujer viene a terapia suele manifestar algún trastorno del estado de ánimo, siendo la ansiedad el más frecuente y el estado depresivo también. Los síntomas más comunes suelen ser: dificultades para dormir, nerviosismo, cansancio extremo, descontento con su imagen, problemas con la pareja, desconexión con el placer, poca apetencia en general hacia nada, falta de motivación…entre otras muchas cosas.

Entonces llega el momento de trabajar la introspección y mirar qué es lo que hay detrás de estos síntomas y somatizaciones. Aquí es cuando debemos ponernos las gafas moradas y observar con atención.

Y es ahora cuando se abre la «caja de pandora» y entiendes que el género está detrás de todos estos malestares: altas autoexigencias, dependencia emocional, miedo a la soledad, perfeccionismo, cuidar de los demás, anteponer las necesidades de los otros a las nuestras, la maternidad, creencias negativas sobre nuestro cuerpo y nuestro autoconcepto, intentar cumplir los cánones de belleza, complacer, buscar la aprobación y el reconocimiento externo, el amor romántico y el intento de sostener a toda costa relaciones que nos dañan…

Por eso es tan importancia “utilizar” el feminismo con fines terapéuticos. Porque el feminismo puede transformar nuestra realidad y hasta salvarnos la vida.

Lo mismo puede parecer una exageración cuando afirmo libremente que «El feminismo me ha salvado la vida», a mí y a muchas mujeres. Pero es real.

Menciono a continuación las razones que tengo para defender este pensamiento:

El feminismo nos ha hecho despertar, nos ha ayudado a conocernos y a conectar con nosotras mismas.

El feminismo te hace darte cuenta de quién realmente quieres ser, tomas conciencia que tienes un mundo entero por deconstruir y que en este proceso, no estás sola.

El feminismo te empuja a gritar aquello que lleva anclado en tu alma  mucho tiempo.

Te animas por fin, a pedir y reivindicar lo que te corresponde, lo que era nuestro pero me nos quitaron. El feminismo te enseña a hacer justicia. Que no venganza.

El feminismo nos ha enseñado a entender que callada no estamos más guapa. Ninguna mujer callada estará guapa. Jamás.

Con el feminismo reaprendemos a amar. Porque el concepto de amor patriarcal tan instaurado en nuestro subconsciente nos hace pequeñas, nos limita, nos hace daño. Y nos mata. Porque el amor romántico mata cada día a compañeras, por todo el mundo. Y gracias al feminismo aprendemos que el amor es todo lo contrario al dolor. Que no necesitas que te salve nadie. Que no queremos príncipes que nos cuiden. Que lo que necesitamos son compañeros que quieran crecer a nuestro lado.

Y te planteas que lo mismo no quieres ser madre. Que una mujer sin hijos está igual o más completa que aquellas que sí han decidido criar. Porque parir no es nuestra obligación, sino una opción que debemos considerar de forma responsable. La maternidad deja por fin de ser una imposición para convertirse en una elección.

 

 

El feminismo te transforma y te empodera

Las/los profesionales de la Psicología tenemos que ser conscientes de la importancia que tiene el feminismo y la perspectiva de género en nuestro trabajo, y por ello tenemos  que participar, producir y reproducir sistemas de relaciones más democráticos, igualitarios y justos, que serán también, sin duda, más saludables y satisfactorios para las mujeres y para los hombres.

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