El porno ha estado presente desde que existen las representaciones gráficas. Podemos encontrar diferentes formas de pornografía, es decir, diferentes imágenes donde su intención sea evocar excitación.
Sin embargo, se denota un crecimiento en la creación y consumo de pornografía con la llegada de internet. Actualmente, se puede consumir porno a golpe de click. La pornografía se ha convertido en un material al que es fácil y rápido acceder.
Por otra parte, la sexualidad se sigue percibiendo como un tabú, puede que esté más presente en la sociedad y se hable de ello. Sin embargo, se sigue tratando con vergüenza.
Una de las consecuencias es la falta de una educación (más presente y constante) desde el placer y el disfrute del sexo. Los estudios reflejan que los primeros acercamientos al porno se
producen entre los 9 y 10 años y el consumo del mismo entre los 13 y 15 años.
En esta etapa vital es donde más se suele incrementar la masturbación, ya que es favorable para conocer el propio cuerpo y el placer que este puede dar a la persona.
Sin embargo, aquí se juntan varios factores, una falta de repertorio para tratar con emociones desagradables, una fuente de placer muy alta, así como una via sencilla para poder “quitarse” el malestar a corto plazo.
Es decir, el consumo de pornografía es algo que entretiene mucho a la persona. Por ejemplo, pensar en “a ver que vídeo pongo”, hacer scroll, elegir vídeo y luego masturbarse con el mismo, es un ritual por el que puede que la persona no preste atención a otras cosas o sensaciones.
Al mismo tiempo, el placer que da el orgasmo genera una serie de neurotransmisores que hacen muy apetecible realizar esta acción de nuevo.
Lo explicaré con la metáfora del tigre de Steven Hayes. Imagínate que tienes un tigre cachorro en casa. Es un cachorro juguetón, cariñoso, con el que te entretienes y es monísimo. Cada vez que este animalito maúlla le das de comer porque te hace gracia, es genial tenerle en casa y
poder jugar con él. Sin embargo, este tigre cachorro va creciendo, va maullando más ya que necesita más comida y está acostumbrado a tenerlo cada vez que maúlla. Llega un momento donde ya no maúlla, ruge ferozmente para conseguir su alimento, lo que antes eran juegos
ahora se siente con más peligro. El tigre ahora es más grande, necesita más comida. Deja de ser un cachorrito adorable para convertirse en una bestia dispuesta a destrozarte si no consigue lo que quiere.
Veamos esta metáfora en otra serie de problemas, a nivel social, de pareja e incluso económicos. Ya que estos rugidos te invitan a dejar de hacer planes con tus amigos o familia. O que cuando estás en el trabajo, estos rugidos te inviten a dejar de trabajar para masturbarte o consumir pornografía en el trabajo.
En otras ocasiones vemos en consulta como estos rugidos invitan a que “sea más facil” consumir pornografía que tener una relación sexual con alguien, perdiéndose la conexión e intimidad que se puede generar en estas interacciones.
En los casos más extremos este rugido puede invitar a realizar conductas sexuales de riesgo.
También mencionar que en muchas ocasiones nos encontramos dificultades sexuales como falta de deseo (ocasionada por lo mencionado anteriormente), problemas de erección o en el orgasmo.
Existen diversas soluciones ante estos problemas. Desde terapia se trabaja el tener una buena rutina, entrenar estrategias para aprender a llevar el malestar como parte de la vida, poder tener una vida sexual plena y más cosas que serán adaptadas al caso en particular.
Si notas alguno de estos síntomas te recomendamos acudir a terapia.
Artículo escrito por Marta Roldán